agosto 14, 2010

Homenaje a Harvey Pekar (1939-2010)




Extrañando a Harvey Pekar






Ayer fui a la tienda de cómics. Pero la tienda había desaparecido.

El guardia de la plaza me dijo que hacía tiempo que la tienda no estaba en esa ubicación, y enseguida el gerente de patio me dio indicaciones de locales de historietas en Miramontes. Caminando sobre Miramontes, mirando un montón de objetos caros e inútiles, como réplicas vulgares de arte vulgar, cubiertas de colores para teléfonos móviles, animales de peluche, espejos, pregunté a la vendedora de mostrador de un local de juegos de cartas como Magic: The Gathering, y Mitos y Leyendas (mientras me decía: “al fin, algo que no carece por completo de sentido”) dónde podía comprar historietas, y ella me dijo que dentro del bazar de Pericoapa, en tal y tal pasillo, podría encontrar. Y encontré, es cierto, pero sólo historietas japonesas, manga. Si supiera leer en japonés, probablemente no habría comprado ninguna tampoco. La vendedora me dijo que en el doble K sí vendían historietas occidentales, que eran las que yo buscaba. En realidad, iba en busca del Neonomicon, de Alan Moore, y cuando llegué al local indicado, resultó que sólo vendían ediciones en español, y únicamente de superhéroes. Pero fue bueno ir allí, porque la vendedora (otra mujer; empiezo a notar un patrón aquí) me dijo en dónde encontraría el ComiCastle, que era la tienda que originalmente buscaba y que creí que se había esfumado.

Después de agradecerle su ayuda, me dirigí a la dirección indicada, y, en efecto, allí estaba. Al entrar, fui recibido con un “buenas tardes” de la chica encargada. No me sorprendió que se tratara de una mujer, hasta ese momento siempre había sido así durante el día. ¿Cuándo el mundo se convirtió en esto? Le pregunté por el cómic de Alan Moore, y me dijo que estaba agotado, pero si me interesaba, lo podía pedir a la sucursal de Guadalajara. Dentro de dos semanas iré a recogerlo.

Ya que tenía tiempo (en realidad tenía que ir a trabajar, pero no me apetecía ni nunca me apetecerá) me dediqué a mirar los cómics nuevos, los libros de arte, los hardcovers a precios prohibitivos (me enamoré del volumen uno de Love and Rockets; me lo regalaré, pues me lo merezco) y las ofertas.

Estuve a punto de traerme los veinticinco números (salvo el siete, que no lo tenían) de The Books of Magick: Life During Wartime, pero como debía ir a trabajar y quería leer en el trabajo, pensé que no era la mejor opción. Me refiero a que no aún me faltan 24 números de la serie regular. Los dejé a un lado, sabiendo que en unos días volvería para reclamarlos. En lugar de ellos, me traje el Vertigo Pop! Bangkok, que era el que me faltaba, y al pasar lista a los títulos de precio normal de la línea Vertigo, ante mis ojos apareció el American Splendor #1, de Harvey Pekar, pero no la edición de finales de los setenta, con ilustraciones de Robert Crumb y otros caricaturistas menos famosos, sino una nueva versión, de 2008, con una encantadora portada de Philip Bond, y dibujado por ocho caricaturistas.





Pagué por mis cinco historietas, prometiendo volver por el Neonomicon dos jueves más tarde, y me marché a trabajar. ¡En serio! Al llegar a la chamba, abrí el American Splendor sin romper la cinta adhesiva, y me dispuse a viajar por esos deprimentes paisajes urbanos y suburbanos (gringos, por supuesto, ¿qué creían?), a los que Harvey Pekar nos tiene bien habituados.

Creo que me tardé poco más de una hora en terminar las 31 breves páginas de este primer número. Me sentí fascinado, triste, y también me reí lo suficiente durante esos minutos en blanco y negro. Supe de inmediato que coleccionaría toda la serie durante todos los años que fuera publicada.

Hoy, 13 de agosto, viernes para rematar, fui a agregar a Harvey Pekar a mi Facebook (como he agregado a Alan Moore, Neil Gaiman, Rick Veitch, Warren Ellis y otros), y en cuanto lo hice, le dejé un comentario agradeciéndole sus maravillosas obras. Luego, al mirar los comentarios de otras personas, vi un enlace que hablaba sobre el lamentable fallecimiento del escritor de cómics Harvey Pekar el pasado 12 de julio. ¡Un mes! Un puto mes, y yo sin saberlo.





Maldije a dios, aunque es inútil porque no hay tal cosa. Maldije a Harvey Pekar por no avisarme que se iba, pero eso fue egoísta de mi parte. Me maldije a mí mismo por no estar pendiente de mi querido amigo, pero no me sentí mejor. Finalmente, los maldije a todos ustedes, porque sé que nada de esto les importa.

Estoy consciente de que no le sirve de nada al pobre Harvey, el que ahora me enoje, sé bien que mi desesperación y mi odio no lo traerán de vuelta. Pero ustedes están conscientes, o al menos deberían estarlo, de que mi odio, mi cólera y mi angustia no pueden hacerle ya ningún daño a mi amigo, y que si es el único consuelo que me queda por su pérdida, tengo entonces todo el derecho a manifestarlo.

En cuanto llegue a mi casa, me emborracharé, leeré algunos Esplendores Americanos viejos, tocaré a Bird a todo volumen, buscaré una preciosa afroamericana con quien jugar al doctor, y romperé unos platos en honor a Harvey Pekar. Tal vez un poco de este ruido alcance a viajar por el tiempo hacia el pasado, al día preciso que Harvey Pekar se marchó, y antes de hacerlo, se dé cuenta de que tenía un amigo más de los que él pensaba.

¡Buen viaje, Harvey!



1 comentario:

Spirit dijo...

Buen viaje, viejo. Nos veremos pronto, coff-coff, en el otro lado de la vida, la muerte.