En sus casi veinte años de existencia, Vertigo ha publicado una buena cantidad de cómics (perdón, quise decir: novelas gráficas) de guerra, casi todos ellos, propositivos e inteligentes, y críticos del status quo, la cultura y la economía bélicas de los Estados Unidos y otras naciones históricamente pendencieras. Ahí están los varios War Story y la miniserie Unknown Soldier, ambos de Garth Ennis, Army@Love de Rick Veitch, en sus dos hilarantes y feroces temporadas, el olvidable Haunted Tank de Frank Marrafino (relato demasiado republicano y pro-americano para mi gusto), Jason Aaron con The Other Side (que además critica ligeramente la postura de DC Cómics ante la guerra, mediante sus títulos clásicos del tema), DMZ de Brian Wood, e incluso otros como The Losers de Andy Diggle y Y the Last Man o Pride of Baghdad de Brian K. Vaughan.
En diciembre de 2008, debuta una nueva versión del conocido Unknown Soldier, esta vez de la mano de Joshua Dysart. Y ahora, ante la inminente cancelación de este título, uno se pregunta por qué un cómic tan bueno no tuvo mejores ventas.
En breve, se trata de uno de los mejores cómics (no sólo de guerra) de la historia. Pero quiero que se tome en cuenta que los elogios no son gratuitos, pues en verdad el título cumple con todos los méritos necesarios para recibirlos. El arte de Alberto Ponticelli, la paleta de colores de Oscar Celestini, y sobre todo, los guiones y caracterizaciones de Joshua Dysart, son sencillamente perfectos, no se puede pedir más a un cómic.
El apartado visual no sólo cumple con su papel de representar en imágenes las acciones que ocurren dentro del relato, van más allá de eso y narran su propia historia, ligada claro está a la historia principal (el guión de Dysart), pero aportando más de lo que suele esperarse del arte en los cómics. El dibujo y los colores crean la atmósfera adecuada para cada historia. A veces melancólico, a veces depresivo, no tiene nada que ver con el arte, si nos atrevemos a llamarle así, que uno encuentra en el típico cómic de superhéroes.
La emoción y la acción dentro de Unknown Soldier bastarían por sí mismas para hacer del título un gran thriller de guerra, pero ese aspecto queda en segundo lugar cuando se toma en cuenta que la auténtica relevancia del título radica en su postura política, que nos dice algo de veras importante para nuestro mundo en la actualidad. Además, ya hay demasiados thrillers y novelas negras publicadas por Vertigo.
Los guiones de Dysart pasan de la tristeza a la violencia, de la soledad a la esperanza, y se van enriqueciendo constantemente con toda clase de matices. Por momentos, Unknown Soldier se convierte en un cómic de horror (baste recordar la escena del rinoceronte en el número 16, donde no se sabe si el animal es real, si es una alucinación del doctor o si se trata de un espíritu de la selva o un demonio), pero hasta esos breves instantes están ahí para enriquecer el relato, no para distraernos de él, pues todos esos detalles jugarán un papel importante durante los últimos capítulos.
Algunas semanas después de anunciarse la cancelación del título, tuve la oportunidad, mediante el Facebook, de platicar con el autor, Joshua Dysart, quien además, demostró ser un caballero a carta cabal. Él me dijo que con Unknown Soldier trató “de hacer algo que tuviera un valor más grande que su valor comercial”; ya antes, Garth Ennis había dicho: “Una historia valiente, que no tiene miedo de confrontar algunas horribles verdades sobre el mundo en que vivimos, Unknown Soldier de Joshua Dysart en su cómic que genuinamente importa”[1].
¿Pero qué es eso que hace tan especial a este título? Trataré de explicarlo brevemente, pero sería mejor que dejaras de leer esto ahora mismo y fueras a conseguir una copia del primer tomo recopilatorio, “Haunted House”, que conforma el primer arco argumental de la obra.
Veo que sigues aquí. Bien, entonces te diré de qué se trata este Unknown Soldier.
El protagonista es el doctor Lwanga Moses, proveniente de Uganda, graduado en Estados Unidos. Pronto, Moses y su esposa, llamada Sera, se marchan de vuelta a Uganda para tratar de ayudar a su pueblo desde el interior. Después de un incidente (no les contaré más detalles aquí), Moses queda con el rostro desfigurado, y se ve obligado a usar vendas (una modernización del diseño clásico del Unknown Soldier original), y decide convertirse en lo que él cree que necesita su país, un soldado que luche por las razones correctas, no por dinero, poder o fama, no por fanatismo religioso o político, no por amor a la guerra, sino por odio a ella.
Desde el primer número queda patente que Unknown Soldier no se basará en la acción y la violencia, aunque ambas estén presentes en cada capítulo, pues el quid del relato será la puesta en escena de las atrocidades cometidas por el hombre contra el hombre (secuestro, reclutamiento y violaciones de niños, miles de expatriados que al no ser oficialmente refugiados—por no haber atravesado las fronteras de su país—no tienen los mismos derechos según las leyes internacionales), una crítica feroz contra las instituciones internacionales que se colocan en la posición de salvadores (estrellas de cine que crean fundaciones para ayudar a las naciones pobres, la intervención de la propia ONU y sus fuerzas “pacificadoras” equipadas con rifles y tanques), un enérgico pronunciamiento de la necesidad de que las naciones soberanas permanezcan así, soberanas, y que resuelvan sus conflictos internos ellas mismas sin la intervención de policías mundiales, naciones mesiánicas ni otras organizaciones (Moses decide hacer la guerra contra aquellos que dentro de su nación están destruyendo a la misma, sin seguir las órdenes de ningún líder que pudiera tener intereses personales en tal guerra, sin que importe mucho si se trata de miembros del ejército de Uganda, de los rebeldes, o de algún oportunista), y las preguntas de si existe una manera más rápida de terminar esta guerra, y si ciertas situaciones requieren el uso de la violencia, como la está usando Moses (su objetivo es matar a Jospeh Kony, líder del Ejército de Resistencia del Señor—LRA por sus siglas en inglés—un ejército de fanáticos religiosos que emplea niños como soldados; ambos, Kony y el LRA son reales, como lo es también Yoweri Museveni, Presidente de Uganda, y toda la guerra que tiene a Uganda sumida en la miseria y muchos de los personajes que aparecen representados o mencionados en el cómic). Al hacer esto, Moses cambia todo el concepto de “guerra”; ya no se trata de pelear la guerra de otros, sino la propia (la que uno se apropia), y es una enorme lección para todos sus lectores (que no deben ser muchos, tomando en cuenta que el título sólo se publicó durante dos años).
Sin temor a equivocarme, esta versión de Unknown Soldier es el equivalente para esta década (2001-2010), a Transmetropolitan de Warren Ellis y The Invisibles de Grant Morrison para los noventa, y Watchmen y V for Vendetta de Alan Moore para los ochenta. Los cinco son títulos de enorme relevancia tanto para el mundo de los cómics en particular, como para las artes en general. Todos ellos plantean preguntas importantes, sugieren formas particulares de libertad, y ponen en discusión la situación del hombre ante los gobiernos y sus ejércitos y policías.
[1] Ver Unknown Soldier #1, diciembre de 2008.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
1 comentario:
Mmm... suena interesante este Unknown Soldier. Mero utópico. ¿Por qué quedo desfigurado decide convertirse en el Unknown Soldier? ¿Es él?
Diantres, tengo que hacer la tarea.
Saludos y besos de tu confundida fan.
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