Gravity
This is Major Tom to ground
control
I'm stepping through the
door
And I'm floating in a most
peculiar way
And the stars look very
different today
—David Bowie, Space Oddity
“En el espacio nadie escuchará tus gritos” fue el slogan de una de las películas de
ciencia ficción y terror más interesantes de todos los tiempos: Alien (Ridley Scott, 1979). En Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) tenemos
la contraparte: la doctora Ryan Stone, que flota a la deriva en el espacio,
grita a causa del miedo, el teniente Matthew Kowalski la escucha, probablemente
en la tierra alguien la escucha (el proverbial “Houston, tenemos un problema”),
pero no hay nada que se pueda hacer al respecto.
Cuando
fragmentos de metralla (causado por un misil que destruyó un satélite ruso) que
viajan a gran velocidad e impactan el transbordador donde están en misión la
doctora Stone (Sandra Bullock), el teniente Kowalski (George Clooney) y Shariff
(Phaldut Sharma, un personaje del que
escuchamos su voz y sólo vemos el rostro cuando ya está muerto), los tres
astronautas se enfrentan a la situación de tener escasos segundos para volver al
interior de la nave, pero no lo logran, son golpeados, Shariff muere y Stone es
arrojada al espacio, dando vueltas, sin posibilidad de comunicarse con el
control terrestre ni con Kowalski, al menos durante un rato, tiempo en el cual
su muerte por asfixia (tiene poco oxígeno disponible) parece su único destino.
Por
supuesto, una película de noventa minutos donde la protagonista es arrojada al
abismo durante los primeros diez no puede ser sólo eso, y si bien el
tema se presta para la exploración introspectiva (de los personajes y de los
espectadores), estamos ante un filme hollywoodense que no es apto para ello.
Los Cuarón (padre e hijo, ambos envueltos en el guion), sin embargo, resuelven
el problema al presentarnos más que la reflexión filosófica profunda, el tema
del presente, el tema de qué vamos a hacer con lo que está ocurriendo en este
preciso momento. Sí, los personajes nos hablan un poco de sus vidas pasadas
antes de este momento, pero no hay un solo flashback que nos aleje del tema
central: la deriva de Stone y lo que va a hacer.
Stone flota
a la deriva, en la oscuridad, sin recibir señal de Houston ni del teniente y
sin saber si ellos la escuchan. Todo parece perdido ya, pero cuando parece que
se ha resignado a su funesto destino, escucha la voz de Kowalski. Siguiendo sus
indicaciones, la descubre y con el propulsor de su traje consigue rescatarla y
regresar con ella a la nave, y de ahí se dirigen a la Estación Espacial
Internacional (EEI), pero ahora, tras una nueva ráfaga de metralla y el
combustible de su propulsor agotado, es él quien es arrojado a la deriva. Stone
le promete que lo rescatará usando la cápsula de escape, él le dice que no lo
haga y que se preocupe sólo por sobrevivir y llegar a la Estación Espacial de
China, donde podrá pedir ayuda y volver a la Tierra.
Sandra
Bullock tiene aquí la oportunidad de demostrar que es una actriz en serio y no
sólo una cara bonita. Pocos actores tienen la capacidad de sostener una
película donde no hay otros actores en qué apoyarse, Bullock se apoya en
Clooney, del mismo modo en que Stone (la astronauta novata en su primer viaje)
se apoya en Kowalski (el veterano que tiene la situación bajo control tanto
como sus propias emociones), pero una vez que el personaje de Clooney
desaparece, sólo queda ella. Buena parte del filme es Sandra Bullock/Ryan Stone
completamente sola, y el resultado es excepcional, comparable solo con Sam
Rockwell en el papel de Sam Bell en Moon
(Duncan Jones, 2009). Los elogios no son inmerecidos.
La película
no tiene desviaciones ni aristas, es lineal, cronológica, casi en tiempo real, sólo
hay cortes que funcionan para mantener el ritmo vertiginoso del filme, como
cuando Stone, después de quitarse el traje debe ponérselo de nuevo para salir;
ya vimos cómo se lo quita, ya no es necesario ver cómo se lo pone, sabemos que
nada ocurre en esos minutos que le puede tomar colocárselo.
Por
supuesto, los planes apresurados por buscar y salvar a Kowalski son infundados.
Sencillamente, no es posible. Stone lo sabe y debe aceptarlo. En la EEI, Stone
tiene apenas tiempo de reponerse del agotamiento físico y mental (la escena de
posición fetal es de extraordinaria belleza) cuando una nueva crisis la golpea:
además de no conseguir establecer comunicación con Houston y que hay un
incendio que vuelve imposible el permanecer dentro de la Estación, más metralla
comienza a impactarla. Debe usar la cápsula de escape cuanto antes.
Aquí
tenemos las escenas de mayor acción, con una Sandra Bullock flotando por varios
corredores metálicos con un extintor, tratando de apagar el fuego y llegar a la
cápsula, sin embargo no son acciones heroicas como en una típica película del
género, lo cual es de agradecerse.
Logra
llegar a la cápsula de escape, está lista para irse. Pero sus problemas no han
terminado. La cápsula está conectada a los cables de un paracaídas, lo que le
impide moverse. Debe salir de nuevo. Y cuando está trabajando en eso vienen más
metralla, aunque ya se está volviendo experta en sobrevivir a ella, así que
logra evitar la muerte una vez más, se prepara para activar la cápsula y, ¡oh,
ironía! No hay combustible. Stone tendrá que usar todo su valor e ingenio para
conseguir llegar a la Estación de China o dejarse morir.
La trama de
la película no nos permite anticipar de cierto si Stone logrará salvarse o no,
no es la clásica película donde desde el principio se establece que el héroe es
invencible, en Gravity tenemos a una heroína
insegura, frágil, asustada y casi completamente sola (además de Kowalski, hay
otra «voces» con quien mantiene algunas conversaciones) enfrentándose a un
destino inmediato predecible: su muerte, pero cuando decide que no se va a
dejar morir, en ese momento ya no sabemos si vivirá o no. Ése es el gran
acierto de esta angustiante cinta de ciencia ficción.
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