octubre 22, 2013

Cine: Gravity



Gravity

 
This is Major Tom to ground control
I'm stepping through the door
And I'm floating in a most peculiar way
And the stars look very different today
—David Bowie, Space Oddity

“En el espacio nadie escuchará tus gritos” fue el slogan de una de las películas de ciencia ficción y terror más interesantes de todos los tiempos: Alien (Ridley Scott, 1979). En Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) tenemos la contraparte: la doctora Ryan Stone, que flota a la deriva en el espacio, grita a causa del miedo, el teniente Matthew Kowalski la escucha, probablemente en la tierra alguien la escucha (el proverbial “Houston, tenemos un problema”), pero no hay nada que se pueda hacer al respecto.
            Cuando fragmentos de metralla (causado por un misil que destruyó un satélite ruso) que viajan a gran velocidad e impactan el transbordador donde están en misión la doctora Stone (Sandra Bullock), el teniente Kowalski (George Clooney) y Shariff (Phaldut Sharma, un personaje del que escuchamos su voz y sólo vemos el rostro cuando ya está muerto), los tres astronautas se enfrentan a la situación de tener escasos segundos para volver al interior de la nave, pero no lo logran, son golpeados, Shariff muere y Stone es arrojada al espacio, dando vueltas, sin posibilidad de comunicarse con el control terrestre ni con Kowalski, al menos durante un rato, tiempo en el cual su muerte por asfixia (tiene poco oxígeno disponible) parece su único destino.
            Por supuesto, una película de noventa minutos donde la protagonista es arrojada al abismo durante los primeros diez no puede ser sólo eso, y si bien el tema se presta para la exploración introspectiva (de los personajes y de los espectadores), estamos ante un filme hollywoodense que no es apto para ello. Los Cuarón (padre e hijo, ambos envueltos en el guion), sin embargo, resuelven el problema al presentarnos más que la reflexión filosófica profunda, el tema del presente, el tema de qué vamos a hacer con lo que está ocurriendo en este preciso momento. Sí, los personajes nos hablan un poco de sus vidas pasadas antes de este momento, pero no hay un solo flashback que nos aleje del tema central: la deriva de Stone y lo que va a hacer.
             Stone flota a la deriva, en la oscuridad, sin recibir señal de Houston ni del teniente y sin saber si ellos la escuchan. Todo parece perdido ya, pero cuando parece que se ha resignado a su funesto destino, escucha la voz de Kowalski. Siguiendo sus indicaciones, la descubre y con el propulsor de su traje consigue rescatarla y regresar con ella a la nave, y de ahí se dirigen a la Estación Espacial Internacional (EEI), pero ahora, tras una nueva ráfaga de metralla y el combustible de su propulsor agotado, es él quien es arrojado a la deriva. Stone le promete que lo rescatará usando la cápsula de escape, él le dice que no lo haga y que se preocupe sólo por sobrevivir y llegar a la Estación Espacial de China, donde podrá pedir ayuda y volver a la Tierra.
            Sandra Bullock tiene aquí la oportunidad de demostrar que es una actriz en serio y no sólo una cara bonita. Pocos actores tienen la capacidad de sostener una película donde no hay otros actores en qué apoyarse, Bullock se apoya en Clooney, del mismo modo en que Stone (la astronauta novata en su primer viaje) se apoya en Kowalski (el veterano que tiene la situación bajo control tanto como sus propias emociones), pero una vez que el personaje de Clooney desaparece, sólo queda ella. Buena parte del filme es Sandra Bullock/Ryan Stone completamente sola, y el resultado es excepcional, comparable solo con Sam Rockwell en el papel de Sam Bell en Moon (Duncan Jones, 2009). Los elogios no son inmerecidos.
            La película no tiene desviaciones ni aristas, es lineal, cronológica, casi en tiempo real, sólo hay cortes que funcionan para mantener el ritmo vertiginoso del filme, como cuando Stone, después de quitarse el traje debe ponérselo de nuevo para salir; ya vimos cómo se lo quita, ya no es necesario ver cómo se lo pone, sabemos que nada ocurre en esos minutos que le puede tomar colocárselo.
            Por supuesto, los planes apresurados por buscar y salvar a Kowalski son infundados. Sencillamente, no es posible. Stone lo sabe y debe aceptarlo. En la EEI, Stone tiene apenas tiempo de reponerse del agotamiento físico y mental (la escena de posición fetal es de extraordinaria belleza) cuando una nueva crisis la golpea: además de no conseguir establecer comunicación con Houston y que hay un incendio que vuelve imposible el permanecer dentro de la Estación, más metralla comienza a impactarla. Debe usar la cápsula de escape cuanto antes.
            Aquí tenemos las escenas de mayor acción, con una Sandra Bullock flotando por varios corredores metálicos con un extintor, tratando de apagar el fuego y llegar a la cápsula, sin embargo no son acciones heroicas como en una típica película del género, lo cual es de agradecerse.
            Logra llegar a la cápsula de escape, está lista para irse. Pero sus problemas no han terminado. La cápsula está conectada a los cables de un paracaídas, lo que le impide moverse. Debe salir de nuevo. Y cuando está trabajando en eso vienen más metralla, aunque ya se está volviendo experta en sobrevivir a ella, así que logra evitar la muerte una vez más, se prepara para activar la cápsula y, ¡oh, ironía! No hay combustible. Stone tendrá que usar todo su valor e ingenio para conseguir llegar a la Estación de China o dejarse morir.
            La trama de la película no nos permite anticipar de cierto si Stone logrará salvarse o no, no es la clásica película donde desde el principio se establece que el héroe es invencible, en Gravity tenemos a una heroína insegura, frágil, asustada y casi completamente sola (además de Kowalski, hay otra «voces» con quien mantiene algunas conversaciones) enfrentándose a un destino inmediato predecible: su muerte, pero cuando decide que no se va a dejar morir, en ese momento ya no sabemos si vivirá o no. Ése es el gran acierto de esta angustiante cinta de ciencia ficción.

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