Un paseo por el lado salvaje
Lou Reed |
Escuché que había muerto. Pensé que era un chiste. No sería
raro, ya antes ha ocurrido, con él y con tantos otros. Pero no lo era, no era
un chiste, era la verdad, la puta verdad descarnada. La que duele. La que te
cambia.
Me preguntaron por qué
me molestaba tanto si ni siquiera éramos amigos, si ni siquiera lo conocía en
persona. No, no es porque sea fanático de los rockstars, nada más lejos de eso. Es más sencillo. O más
complicado. Ustedes decidirán.
La muerte de Lou me
duele porque él fue mi maestro. Él fue quien me animó a escribir en serio, a
juntar una palabra con otra palabra y quizá una tercera, él me hizo ver que era
posible decir mucho en breves líneas. Lou me enseñó que cinco o seis palabras
pueden decir más que toda la Ilíada y la Odisea y la Eneida y la Comedia.
Lou me hizo ver que la
historia de una mujer y un hombre es más importante que la de todos los reinos
e imperios, con sus reyes y reinas, guerras y dioses. Me explicó que si vas a
escribir más vale que escribas con la verdad, la puta verdad descarnada, la que
te cambia, pues un escritor nunca debe ser un mentiroso ni un charlatán ni un manipulador.
Y también me dijo un secreto: la verdad sólo la puedes encontrar si te
aventuras al lado salvaje.
La verdad no está en
esas blancas torres de marfil ni las vas a hallar mientras sigas pegado a la
teta de mamá presupuesto público. Ahí sólo hay mentiras, falsedades, hipocresías
y muertes. Ve a darte una vuelta al lado salvaje, adonde las historias existen,
a la calle, aquí a la vuelta, adonde quieras, pero afuera. Si no te pones en
riesgo de vez en cuando, no vas a comprender nada de esto de estar vivo. Si no
comprendes nada de estar vivo, no puedes escribir más que muerte y esterilidad.
Mira a todos esos “poetas” que llenan las estanterías. Hay muchos poetas pero
muy poca poesía, dijo un borracho y le creí. Y Lou me enseñó que eso es verdad.
Lou me enseñó a
escribir, por eso me duele su muerte. ¿Qué más quieres? No voy a escribirle a
él, él está muerto, él ya no existe, no puedo despedirme. Hay que escribir con
la verdad y escribirle a un muerto es mentir, es ser hipócrita, es engañar a
los demás haciéndoles creer que uno piensa que la muerte no es el fin. Y la
muerte es el fin.
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